miércoles, 15 de julio de 2020

A buen recaudo



Menos mal que la vida ha vuelto, más o menos, a su sitio. Madrid pasó de ser una megalópolis candente, con las calles como un hervidero de personas, a convertirse en un páramo donde el silbido del viento anidaba en cada esquina. Lo malo es que mucha parte del gentío, que, como digo, ya está corriendo la zapatilla, no parece ser consciente de esa distancia social que todos hemos de guardar, por lo que, lógicamente, aquellos que acaban infectados con el COVID-19, lo van esparciendo por muchos lugares. Y así, francamente, no acabaremos nunca.
Dejando a un lado el hecho de que esta pandemia haya nacido en un laboratorio, o el chispazo haya sido por una mutación, lo cierto es que existe, aunque los negacionistas bramen lo contrario. El origen no está del todo claro, pero las muertes mundiales se han producido, algo que es innegable, y con la carrerita que llevamos, encabezada por todos aquellos que no tienen demasiadas luces, estamos todos abocados a la continuación del desastre. En resumen, que tanto si acabamos de nuevo confinados como si no, podemos morir por el virus, o podemos palmarla por hambre, por la escasez de trabajo. Pinta mal.
Otra cosa es que la mascarilla sea o no tan necesaria como dicen (yo, por si acaso, siempre la llevo, portándola constantemente mientras me alejo de todos, porque no está el tema como para fiarse) Y es que la confianza es algo que se ha de ganar, y los científicos que aporta este gobierno son muy poco fiables, por razones más que obvias. La mascarilla es un auténtico tostón en verano, con estos calores infernales, porque resta aire y, en consecuencia, agota. Hay quien entra en estado de ansiedad, lo cual le puede llevar a perder hasta el conocimiento por bajarle la tensión hasta el suelo. Pero tranquilos, porque siempre salen de debajo de las piedras los típicos lumbreras, con sus soluciones “New Age”, diciendo que todo está en la mente, y que aquellos que se desmayan es porque quieren.
En épocas de frío no molesta tanto, pues la mascarilla sirve de parapeto, y protege del gélido invierno que aterriza en la cara, a veces, en forma de ventisca. Pero ahora, en pleno mes de julio, con este calor insoportable, se hace muy cuesta arriba tener que salir con la careta puesta. Pero no queda otra.
No hay más remedio que hidratarse todo lo posible, estar a cubierto, o bajo cualquier sombra. Distanciarse de los demás no es tan complicado, sobre todo de aquellos con un pelaje característico, que solo buscan juerga y se les ve llegar. No me extraña que haya gente que se quiera ir a vivir a un pueblo, con su terreno acotado, su huerto para ir tirando y su aislamiento mágico, tan necesario en estos días. Al final, desastres como el que estamos viviendo, sirven, al menos, para abrir los ojos y darse cuenta de que, cada uno en su casa y Dios en la de todos.

martes, 14 de julio de 2020

Charlas bajo el sol



Con estos calores, a uno le suele apetecer apretarse algo frío, para conseguir recomponer el cuerpo, que se queda en las últimas con tanto sofoco. Pero, a veces, una buena charla bajo el buen refugio de una sombra, también ayuda. Es el caso de Apolonio y Segismundo; dos amigos que se cuentan sus vidas, el uno al otro, aunque ya se las sepan. A falta de un refrigerio, y algo para picar, las agradables conversaciones bajo algo que sirva de sombrilla, siempre son bienvenidas.

domingo, 5 de julio de 2020

El pato en remojo



¿Dónde va Vicente? Donde va la gente. Pero no creo que este pato se llame Vicente, aunque no tenga el gusto de conocerle. Es más, sospecho que se aleja del gentío, y cuando ve la oportunidad, se cuela en la piscina para estar a la fresca, que se agradece. Y allí, en soledad, se acicala el plumaje con su pico, de forma muy apañada. Desconozco si guarda un tiempo entre comidas, por ese pequeño asunto de los cortes de digestión, pero se le ve a sus anchas, nadando en el agua y pensando en sus cosas. Cuando se cansa, eleva el vuelo y desaparece, seguramente para continuar con su extenuante jornada en cualquier otro lugar donde, con la gracia de los patos, seguir reposando su lozano cuerpecillo al escaso biruji del verano.

Coco - Vídeo