El mundo ha cambiado, es tan inevitable como indiscutible,
por mucho que nos cueste asumirlo, aunque no siempre estaremos conformes con algunas
transformaciones. Todo evoluciona, sin embargo, no significa que esa
transformación sea para bien. Podemos no coincidir con nuestro entorno,
enfrentándonos a nuestra familia, a nuestros amigos, a nosotros mismos, tanto
si la razón nos acompaña como si erramos en nuestro juicio. Y esto es lo que
sufre nuestro mundo, nuestro planeta, por sí mismo o ayudado por el ser humano.
La tierra ha pasado ya por, al menos, cinco extinciones, saliendo finalmente airosa,
por fortuna, de todas y cada una de ellas, independientemente del grado de
devastación.
Hoy en día, asistimos a numerosos cambios, a todos los niveles.
En lo social, en lo político, en lo geográfico, etc., sufrimos reajustes que no
son del agrado de la mayoría, ni mucho menos. Es muy complicado que el conjunto
absoluto de la sociedad coincida en todo, porque cada persona tiene un concepto
de la vida que circunda a sus propios intereses, y esto suele chocar
frontalmente con la conveniencia del resto.
A nivel global creíamos haber pasado página, suponiendo que
el hacha de la guerra estaría bien enterrada. Pero hay chispas que nacen
incluso de cualquier estupidez, y son capaces de prender un fuego que haga
arder cualquier cimiento. El mundo vuelve a los tiempos que con tanto horror
desmembró naciones, y asistimos a lo que, muy probablemente, vuelva a causar un
daño sobrecogedor sobre todo lo que tanto trabajo nos costó levantar desde
entonces.
Si finalmente hemos de volver a padecer un enfrentamiento
mundial, tratando de sobrevivir bajo un inmenso castigo nuclear, nuestro
planeta sufrirá, pero llegará un día en que todo rebrotará. Sin embargo, las
vidas humanas caídas serán incontables, y aquellos que consigan resistir, se
arrastrarán entre los escombros de la hecatombe.
Me gustaría decir que todo depende de nosotros, pero no es cierto.
Los pueblos tenemos una venda sobre los ojos que nos impide ver más allá de ese
horizonte que nos plantan justo delante. Son las élites quienes deciden por todos,
quienes dan los pasos que nos hunden y quienes consiguen, en muchas ocasiones,
salir indemnes, mientras los demás desaparecemos. Y no hay derecho.
Todas y cada una de las personas que poblamos todavía este
planeta, deberíamos alzarnos de una vez y plantar cara a esa “selección
superior” que nos empuja al vacío.
Por nosotros. Por nuestros hijos.