domingo, 13 de agosto de 2017

Despacito

Así vamos por la vida, despacito. No nos queda más remedio, porque todo está como está, y eso que no deberíamos quejarnos, si echamos un vistazo más allá de nuestros límites. Por cierto que, la cancioncita que lleva ese nombre, “Despacito”, no la soporto. Me pasa lo mismo con todas las canciones de verano, que de tanto escucharlas en todas partes, me resultan odiosas. Me pasaba con Georgie Dann y su barbacoa, o con las Ketchup y el tan sonado “Aserejé”, que no paraban de escupirlas en cada rincón. No había chiringuito que se librase de semejante castigo para los oídos, y eso que a un amplio sector les encantaban estos cánticos. Ahora, aunque ya más suavizado, continúa dando el tostón este “Despacito”, porque el verano no ha acabado y quien lo lanzó ha de amortizarlo.
Las tortugas se libran de intentar asimilar las letras de ciertas canciones, y sus cansinos "soniquetes", porque ya tienen bastante con avanzar a su paso, lentas pero seguras. Cuando se cansan, recogen y se enclaustran en su hogar, sin rendir cuentas, abstrayéndose del mundo, y hacen bien. Ojalá todos tuviésemos esa facilidad para alejarnos de cuanto nos rodea y evadirnos de los malos rollos. Pero nos falta mucho para llegar a ser como ellas. En el fondo, los humanos tendríamos que aprender de estas guapas criaturas, y del resto de la fauna en general, porque no hacen más que darnos lecciones. Mientras nos cargamos el mundo de mil maneras diferentes, el resto de los seres nos enseñan en silencio lo que somos: Una constante aberración que, creyéndose dueña de todo, y de todos, arrasa por donde pisa y, como el caballo de Atila, sellando un suelo donde crece menos vida cada vez.
Cuando observo el reino animal, me siento tranquilamente y miro con detenimiento. Me asombran, todos y cada uno de ellos, con cada paso, gesto o mirada. Sonrío y respeto, al tiempo que deseo lo mejor para esos seres que tienen el mismo derecho a estar, como nosotros, sobre este planeta, este regalo, que el ser humano decidió maltratar. Y cuando tiro de masoquismo y miro las noticias, me revuelve comprobar que, a día de hoy, estamos viviendo de propina, pues las reservas del mundo afloran a gritos, y si todo sigue igual (y a veces no tiene pinta de que haya mejoría) dentro de un tiempo sabremos de la angustia que sufren los que miramos de reojo, en la lejanía.
Aun así, mis esperanzas se mantienen firmes, a pesar de todo. Sigo creyendo en la gente, en la buena gente, y quiero pensar que sobrepasa en número a aquellos que hacen el mal. Entre mis deseos prioritarios, sin duda, el mundo; nuestro hogar y refugio. Si hay alguna posibilidad de que las mentes se renueven y se limpien, que suceda cuanto antes, porque esto es una cuenta atrás.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Coco - Vídeo