En 1962 se vivieron tensos momentos. La crisis de los
misiles en Cuba se convirtió en el conflicto más peligroso que dibujaba un
panorama aterrador. El descubrimiento norteamericano sobre las bases de misiles
nucleares de alcance medio soviéticos, en territorio cubano, estuvo a punto de
desencadenar un enfrentamiento nuclear. Desde entonces, no se ha sentido un
desafío tan hostil, en estos términos, hasta ahora. Estados Unidos y Corea del
Norte no pueden presumir de estar encabezados por dos almas de la caridad. Muy
al contrario, el ego, la huella de poder y dominio, y esa prepotencia tan
arraigada en algunos líderes, nos pueden llevar a un caos sin precedentes.
Dicen que “perro que ladra no muerde”. Pero si estos perros
de la guerra se equivocan y deciden dentellear, la herida no se cerrará. La
hecatombe nacida por pulsar unos botones sería de tal magnitud, que la
devastación cubriría el mundo. Y eso no lo quiere nadie, ni siquiera quien
amenaza de un lado o de otro. Las bravuconadas no suelen tener largo recorrido,
en circunstancias normales, hasta que los cables se cruzan y se tira por la
calle de en medio. Lo malo es que cada uno de los bandos está bajo el yugo de
un pendenciero, que ni calla ni se achanta. Las amenazas son respondidas con desafíos
que aumentan cada día, y uno se pregunta: ¿Hasta dónde van a llegar unos y
otros? Si, por un lado, el presidente norteamericano, Donald Trump, no consuma
sus advertencias, quedará en evidencia ante un mundo que, eso sí, agradecerá su
incumplimiento. Lo nefasto del asunto es que este hombre no debe llevar nada
bien quedar en ridículo y con los pantalones bajados, por lo que, en un momento
de ira e indignación absoluta, es posible que sus palabras se pongan firmes. Por
otro, el mandatario coreano que vive en su burbuja, creyéndose al margen de
todo, tirando de una cuerda demasiado deshilachada. Y puede que se rompa.
No quiero ni pensar que amanezcamos con una guerra global.
Si ya nos está costando salir adelante con nuestras cosas de andar por casa, la
puntilla sería, sin duda, una debacle de estas características.
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