La vida del oso panda es envidiable. Puede que, desde fuera,
parezca aburrida, sin hacer otra cosa que estar recostado contra una piedra,
zampando cañas de bambú. Pero, todo esto es, en el fondo, mucho más complejo.
El oso se encuentra, casi siempre, en un estado de
aislamiento mental. Hablo, lógicamente, de los pandas que viven en el Zoo, porque
no tengo ni idea del comportamiento de los que habitan en China.
El oso panda que vive en cautiverio, está más cuidado que
los pollos de corral, sobre todo porque éstos acaban colgados en la pollería.
En cambio, el simpático oso, recibe las atenciones constantes del personal del
zoológico, ya que es una de las estrellas importantes del mismo. Y mientras se
pega sus homenajes, está a lo suyo, ausente, a pesar de las miradas de aquellos
visitantes que se quedan mirando como lerdos.
Seguramente, el oso, se cachondea de todo el mundo, porque
vive mejor que nadie. A él no le afectan las crisis, ni los cambios de
gobierno, ni la subida del IPC. Al oso, todo eso, se la suda. De hecho, cuando
se digna a mirar a alguien de reojo, al tiempo que mastica los palos verdes, puede
apreciarse en su mirada un recochineo sobrenatural. Y no es para menos.
Mientras los humanos luchamos con uñas y dientes por
sobrevivir en un mundo de locos, el oso panda gasta su tiempo en comer, dormir
y echar caliqueños, gracias a los cuales, nacerán más osos que vivirán a cuerpo
de rey. El resto de sus horas, las usará para aliviar su cuerpo, allá donde le
dé la gana, pues no tiene que inquietarse siquiera por tirar de la cadena.
En definitiva, el oso panda es un crack. Se lo ha montado de
fábula.
¡Ole tú, querido!
No hay comentarios:
Publicar un comentario