sábado, 16 de junio de 2018

El oso panda y sus cosas



La vida del oso panda es envidiable. Puede que, desde fuera, parezca aburrida, sin hacer otra cosa que estar recostado contra una piedra, zampando cañas de bambú. Pero, todo esto es, en el fondo, mucho más complejo.  
El oso se encuentra, casi siempre, en un estado de aislamiento mental. Hablo, lógicamente, de los pandas que viven en el Zoo, porque no tengo ni idea del comportamiento de los que habitan en China.
El oso panda que vive en cautiverio, está más cuidado que los pollos de corral, sobre todo porque éstos acaban colgados en la pollería. En cambio, el simpático oso, recibe las atenciones constantes del personal del zoológico, ya que es una de las estrellas importantes del mismo. Y mientras se pega sus homenajes, está a lo suyo, ausente, a pesar de las miradas de aquellos visitantes que se quedan mirando como lerdos.
Seguramente, el oso, se cachondea de todo el mundo, porque vive mejor que nadie. A él no le afectan las crisis, ni los cambios de gobierno, ni la subida del IPC. Al oso, todo eso, se la suda. De hecho, cuando se digna a mirar a alguien de reojo, al tiempo que mastica los palos verdes, puede apreciarse en su mirada un recochineo sobrenatural. Y no es para menos.
Mientras los humanos luchamos con uñas y dientes por sobrevivir en un mundo de locos, el oso panda gasta su tiempo en comer, dormir y echar caliqueños, gracias a los cuales, nacerán más osos que vivirán a cuerpo de rey. El resto de sus horas, las usará para aliviar su cuerpo, allá donde le dé la gana, pues no tiene que inquietarse siquiera por tirar de la cadena.
En definitiva, el oso panda es un crack. Se lo ha montado de fábula. 
¡Ole tú, querido!



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