jueves, 13 de agosto de 2020

Adiós, Tábata

 


Nunca imaginé que te llegaría a querer tanto. Si tiempo atrás me hubiesen dicho que llenarías con tanta luz mi vida, lo habría interpretado como una exageración. Pero fue todo lo contrario, sin duda, porque detrás tu mirada, de tus discretos pasos, de tus juegos o de aquellos saltos que dabas en tu cama mientras soñabas, había un ser que irradiaba cariño sin igual. Tu compañía, tu respiración al dormirte, tu calor cuando te acurrucabas, tu forma de estirarte al despertar… Pero ya no habrá más mañanas que comiences con tus ojitos abiertos, ni con tus ansias por tu desayuno, ni con tus ganas de jugar, porque tras ese último suspiro, te has marchado. Luchaste como una campeona contra un cáncer, y lo venciste. Batallaste contra los achaques del tiempo, a pesar de sufrir dificultades de visión, arrastrar tu frágil corazón, o soportar los dolores en tus pequeños huesos. Y a pesar del avance del tiempo, peleabas contra él, demostrando tu fortaleza y tus ganas de vivir. Pero a tus más de diecisiete años, tus órganos comenzaron a fallar, y nos dejaste. Tuvimos la suerte de tenerte en nuestras vidas, de acompañarte hasta el último instante, cuando el líquido del sueño sin retorno entró en ti. Allí estábamos, tu familia, acariciando tu cuerpecito hasta que tu interior dejó de latir y se hizo el silencio. Y sin dejar de mirarte, llegó el llanto, que todavía nos acompaña.

Te quiero, Tábata. Y no hablo solo en mi nombre, porque todos los que hemos compartido contigo todos estos años, sufrimos tu ausencia, viéndote en cada rincón, mirando por si estuvieras aún, y recordando tantas cosas que no hay forma de arrancarse este dolor.

Ahora estarás con tu hermano gato Ulises, que habrá salido a buscarte al umbral de tu cielo. Sé feliz allí, y cuida de él, como él hará contigo. Quiero pensar que algún día volveremos a estar juntos, porque, si todo tiene un sentido, esto no puede ser el final. Mientras tanto, agacha la mirada de vez en cuando, y desde arriba verás que seguiremos recordándote como eras, con toda la bondad y la lealtad que un ser tan maravilloso como tú nos ha podido dar.

Has sido un regalo del cielo. Ahora estás en él.

Algún día volveremos a estar juntos, pequeña.

 


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