En Venecia se ha notado el bajón de turistas, como en
cualquier parte donde el Coronavirus se esté paseando a sus anchas. En los canales
navegan menos góndolas, y las que flotan, esperan a ser ocupadas por alguien
que quiera disfrutar de un paseo. Alguna que otra embarcación de recreo puede
verse, y escucharse, con más claridad que de costumbre, pues el silencio se
está instaurando hasta más allá del agua, por la falta de movimiento. Las pizzerías
no tienen demasiada vida, a pesar del increíble aroma que se escapa de las que
aún funcionan, y la escasez, en todas sus formas, planea aviesamente.
Este año 2020 es de lo más repugnante, y todavía queda por
sufrir, hasta que la última campanada caiga. Y después, ya veremos, porque esta
ristra de calamidades continuará, lo más probable, en 2021. Pero no dejemos que
el abatimiento se apodere de nosotros, porque si eso ocurre, iremos en picado.
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