La libertad es algo preciado que, cuando se tiene, no se valora. Y son muchos, por desgracia, que, en lugar de estimar la importancia de tamaño albedrío, se dedican a propagar sus maldades, colmando de cataclismos todo cuanto nos rodea. Nuestra vida puede verse embestida brutalmente con las crueles llamas que devoran todo, esparciendo el horror a través de montañas y dejando tras de sí una árida estampa de dolor. Los incendios que arrasan ahora España son fruto de varias causas, entre ellas, la más profunda vileza de quienes buscan con ansia enferma producir el peor de los daños.
España arde, y contemplamos con pavor el avance de un infierno que arranca de cuajo toda vida que envuelve entre sus llamas.
La libertad no puede estar disponible para aquellos que provocan esta hecatombe. Para ellos no. Solamente debería haber un castigo para semejantes bestias: Ley y Orden; puño de hierro.