lunes, 1 de agosto de 2022

El futuro que viene


 

Cuántas películas habremos visto de catástrofes irremediables, donde la humanidad se ha de buscar la vida hasta en los sitios más cochambrosos. Me vienen varios títulos a la mente en este instante, y todas esas historias coinciden en que nuestro porvenir no tiene ninguna buena pinta ni siquiera a largo plazo. Según esas cintas, el mundo llegará a colapsar de tal manera que todo lo que acabe rodeándonos será irreversible, y la vida, tal y como la conocíamos, nunca será igual. Las comodidades a las que no damos la más mínima importancia serán recuerdos dolorosos, de una intensidad lo suficientemente fuerte como para hacer llorar de desesperación a cualquiera. Sentarse cómodamente a ver las mentiras de la televisión, con un refrigerio cerca y los pies en alto, al fresco de un ventilador o con el calor de una buena estufa, desaparecerán. Ir a comprar a la tienda de alimentación y llenar la cesta de, quizá, caprichos, no será algo que podamos hacer de nuevo. El mundo caerá como tal, y el confort que no valoramos acabará desapareciendo. Y todo esto por la mala gestión de unos pocos que, eso sí, mantendrán una serie de privilegios que el resto ni oleremos. Por culpa de esos que no supieron, o no quisieron, hacer las cosas bien, nuestro mundo será un aciago páramo devastado. Los errores de aquellos que quisieron hacer de la política su estandarte personal, son los que nos van a llevar a un cataclismo del que solo los más fuertes podrán escapar. 

O no.

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