A (casi) todo el
mundo le gusta el mar, sobre todo si está de vacaciones. Yo siempre he sido de
montaña, y lo sigo siendo, pero el mar del norte me atrae, no lo puedo evitar.
Y francamente, teniendo allí las dos cosas, pienso que no se puede estar mejor.
Por eso, sin ser un adicto a la fina arena ni a los
chiringuitos playeros, me conformo con poco (que siendo del norte, es mucho)
Las calas perdidas, que son las mejores, ofrecen el silencio que el gentío
enmascara, y solo el murmullo de las olas llega hasta ti. Olor a mar, luz intensa
y suave brisa que salpica: El Paraíso.
Escapar de la gran ciudad es algo necesario, aunque sea por
unos días. Desconectar ese tiempo y olvidarse de todo debería estar obligado
por ley. Y aunque el calor sofocante nos persiga, nadie puede negar que se
lleva de otra manera en mitad de estos lugares.
Llegar hasta aquí no es nada del otro mundo; solo se trata
de querer. La vida se llena de pequeños instantes, leves momentos que nos
conducen al bienestar. Por eso, disfruta de las pequeñas cosas, porque quizá un
día mires atrás, y descubras que aquellas pequeñas cosas eran las más grandes.
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