domingo, 16 de febrero de 2020

Adiós, pequeño



Te has marchado, sin llegar a cumplir once años, y no sabes el vacío tan grande que has dejado aquí. En silencio, igual que tu caminar, nos has dejado, por culpa de una injusta enfermedad que te ha arrebatado la vida. No te lo merecías. Son estas cosas las que han hecho tambalear mis creencias, pues mis convicciones se han desvanecido de manera instantánea.
Nunca pensé que algo así pudiera pasarte, tan joven. Siempre fuiste un gato sano y fuerte, con una belleza excepcional y un carácter maravilloso. Te hemos querido con el alma, de la misma manera que tú nos has demostrado tu cariño, cada día, cada año, sin dejar de mirarnos ni un instante con aquella devoción en tus ojos.
Nos has dejado en un momento en el que las palabras no tienen sentido, y los recuerdos consiguen que te veamos en cada rincón. Cada gesto, cada maullido, cada minuto de compañía, se agolpan en la memoria, mientras la melancolía se empeña en dibujar tu silueta a fuego. No hace ni dos días que te acompañamos hasta el final, viendo el cerrar de tus ojos y el descanso de tu latir. No hace ni dos días de aquello, mientras sentimos aún en los dedos el recuerdo de tu ronroneo.
Gracias al destino llegaste a nuestras vidas, y el mejor regalo fue tenerte. Te adoptamos, rescatándote del frío y de los peligros de la calle, y a cambio, llenaste nuestro camino de inmensa felicidad. Han sido unos años maravillosos a tu lado, y siempre te recordaremos como el gato que coloreó nuestra existencia con infinita mirada y amor incondicional.
Gracias por haber sido tú, pequeño. Lo único que deseamos ahora es que allá donde te encuentres, aguardes nuestra llegada, y así poder abrazarte de nuevo, algún día. Mientras tanto, sé feliz. Juega, corre, maúlla con fuerza, como hiciste aquí. Y, sobre todo, recuerda que no dejaremos de quererte nunca.
Hasta pronto, Ulises.


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