Después de ver la película “Life” (Vida), uno llega a
plantearse si de verdad merece la pena encontrar vida inteligente fuera de
nuestro mundo. No voy a entrar en críticas hacia la película (una copia de “Alien”
que, en este caso, no es para tirar cohetes) pero sí quiero centrarme en la
idea, que podría ser aterradora. Si desde hace muchos años, los humanos
(algunos) están empecinados en encontrar señales más allá de nuestro planeta
(Proyecto SETI, entre otros), es posible que algún día recibamos noticias, si
es que no las hemos tenido ya.
Yo siempre he creído en los extraterrestres, pero
básicamente porque no creo que en este vasto universo estemos más solos que la
una. Y aunque hubiese vida únicamente en un planeta de cada galaxia, ya habría
mundos habitados para dar y tomar. El problema es que, si nos miramos a
nosotros mismos, tan básicos a pesar de todo, veremos que a lo largo de nuestra
historia hemos llenado nuestras páginas de dolor y heridas que no cierran. Y
si, por lo más remoto, ciertos “seres de fuera” se comportan como lo hemos
estado haciendo nosotros a lo largo de los tiempos, lo llevaríamos “clarinete”
si se presentasen aquí.
Mientras hay quien opina que convivimos con ellos, la idea
de que estamos solos continúa vigente en ciertos sectores. Allá cada cual. Pero
de la misma manera que no me arrimaría a una serpiente venenosa con cabreo, me
mostraría ciertamente esquivo con esas inteligencias que… a saber de lo que son
capaces. Los que crecimos con “E.T.” presenciamos el “buenismo” de un ser
entrañable, capaz de empatizar y hasta de sonreír, hablando nuestro idioma y
comportándose como un colega. Pero aquellos alienígenas cinematográficos, cuyo
máximo interés estriba en cargarse nuestra existencia, aparte de ser
desagradables a la vista, tienen un peligro bárbaro. Y es curioso, pero muchas
cosas de las que vemos en el cine acaban pasando.
No me gustaría, por tanto, que turistas estelares se
presentasen para darnos por ahí. Ya tenemos suficiente con todo lo que nos
rodea, a nivel terrenal, como para tener que soportar asistencias irritantes. Tirando
de frases hechas, diré aquello de “Virgencita, que me quede como estoy” y “Cada
uno en su casa y Dios en la de todos”.