Las cabras de Villabotija son muy suyas. Nadie puede abrir
la boca sin que protesten, aunque no vaya con ellas, y los lugareños ya ni las
mentan. Gustan de ir en grupo a los sitios, y la cuarentena no ha servido para
frenar los impulsos viajeros de estas bellas damas, a las que, por cierto, les
podía haber caído unas cuantas multas por desplazamientos indebidos. No
obstante, la suerte que tienen todas ellas es que las sanciones no llegarían a
ningún destino, pues no están censadas, además de ir indocumentadas. Y cuando
la autoridad ha intentado detenerlas, han puesto el turbo, y nadie puede
pillarlas en lo alto de un risco, desde el que se cachondean de todo el mundo.
Estas cabras van por libre, y así, no se puede.
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