lunes, 21 de junio de 2021

La jarra germana


 Para los que nos gusta caminar por parajes alejados, quizá hasta sombríos, donde nadie respira alrededor, y los sonidos son tan lejanos que cuesta trabajo ubicarlos, resultaba un auténtico disfrute para los sentidos ser la única pieza del tablero. Solamente un suelo oscuro, tiznado levemente de huellas de otros que, como yo, decidieron cruzar por allí, se extendía bajo un cielo encapotado, frío y amenazante, comenzando a rezumar algunas pizcas de lluvia. Y en mitad de la nada, como surgida de un sueño sin sentido, una enorme jarra de cerveza, seguramente germana, se alzaba con chulería sobre aquel césped empapado de negrura. Me pregunté cuál sería su procedencia, tibiamente atónito, mientras medraba su envergadura a medida que mis pasos se acercaban, y ante ella, me detuve. Del tamaño de una casa, quizá más, algunas de sus formas relucían con los rayos del ocaso, y fue en aquel instante cuando caí en la cuenta de que el tiempo, caprichoso, me avisaba sobre mi regreso a la civilización. Y allí dejé al hallazgo, oscureciéndose, lo mismo que los entornos, diluyéndose entre una niebla que prefirió no esperar. 

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