La subida de las tarifas de la luz nos han dejado a (casi) todos de piedra. Ese 44% abusivo que las hidroeléctricas nos suben e imponen, es repugnante, como poco. Y aquí seguimos, aguantando, tragando como borregos, hasta que toquemos fondo, para lo cual, no creo que tardemos demasiado.
En las zonas rurales van a tener más de lo mismo; no se van a librar, por más que quieran. Las que no van a notar la subida (o robo) son las vacas, que continuarán a lo suyo, pensando en lo que piensen, mientras pastan a su aire en los prados que tengan a su alcance.
Sea de día o de noche, ellas camparán a sus anchas, de lo cual me alegro enormemente. Bastante tienen que sufrir ya sus criadores, soportando el gasto constante y desmedido que esta especie de gobierno ha colado, como no iba a ser de otra manera, de forma nauseabunda, cuando peor lo está pasando España.
Únicamente ese sector privilegiado, al que no parece provocarle muchos quebraderos de cabeza, saldrá triunfante, con los bolsillos llenos, tras abultar sus profundos y avaros bolsillos del dinero que nos estafan a los españoles. Ese sector que mueve a su antojo los hilos que, como a marionetas nos atan a los pies, se cachondea de lo lindo con nuestros apuros, porque, como todo el mundo sabe, ni al gobierno ni a los magnates de las hidroeléctricas les importamos un carajo.
Al menos, las vacas del campo viven ajenas y en paz... por ahora.
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