lunes, 7 de junio de 2021

La nave


 

Pasear por el campo es algo que, al menos a mí, me sienta de maravilla. Y aunque ahora, en tiempos del COVID-19, no tenga la facilidad de antes para moverme por el mapa, sí es verdad que, cuando las circunstancias me lo permiten, escapo hacia lugares rurales para desconectar de toda la porquería cosmopolita, que es mucha.

Una de esas veces, cuando la noche caía y todo se iba desdibujando, me sorprendió en la lejanía un destello que no esperaba. Por un momento pensé en alguien, paseante como yo, que, linterna en mano,  se aburría como una mona y solo se distraía con aspavientos. Pero todo resultó ser mucho más enrevesado.

Avanzando hacia el lugar, donde unas chispas se alborotaban como cuatro moscas peleando por su porción de mierda, presencié algo tan insólito que hasta mi digestión estuvo a punto de cortarse. Y no era para menos, pues una especie de escueta nave, quizá llegada de mundos muy lejanos, se arreó el gran porrazo del siglo. Desconozco si el marciano de turno iba bebido, o si alguna autoridad se lo llevó al cuartelillo por pilotar ebrio, pero cuando llegué al lugar de los hechos, allí no había nadie que respondiera por el incidente.

Así que, me quedé con las ganas de saber si el conductor de aquel artefacto se quedó sin puntos, o todo quedó en una advertencia, por lo que me fui de allí, sin darle más importancia.

Puede que los alienígenas nos estén visitando, pero vamos, no es algo que me quite el sueño. Aquí, en la tierra, y más concretamente en España, tenemos muchas cosas importantes, demasiadas, a las que prestar atención, antes que averiguar si enanos verdes, o del color que sean, se mueven entre nosotros.


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