PINCHA PARA AGRANDAR LA IMAGEN La Magia de Ávila es real, auténtica e innegable. Cada
rincón de su historia y cada grieta en su semblanza nos llevan de nuevo al
ayer, al rincón de la memoria, donde se invoca el recuerdo y todo el tiempo se
congela.
Dicen que existe un momento en la vida de todo artista, un
instante clave en el que se plantea qué camino quiere coger. Y en ese punto se
encontraron, diez años atrás, Paloma García Consuegra e Irene Domínguez, que,
por cierto, se conocieron por casualidad. Ambas quisieron investigar sobre el
género castizo y universal del cuplé, una categoría tristemente arrinconada con
el pasar del tiempo. Muchas mujeres, como bien se sabe, llenaron la historia de
arte, ganándose el pan con su voz, cantando y enalteciendo este género con
firmeza y pasión. Hoy, Paloma e Irene honran a aquellas luchadoras con un
tesoro musical, gracias al proyecto personal “Livianas Provincianas”.
Berta y Reme son dos modistas provincianas con un taller de
costura clandestino en Madrid. Mientras trabajan, recuerdan clásicos cuplés
(algunos muy picantones, aunque dramáticos) que les sirvieron como educación
sentimental y de género. La Reme es fuerte, valiente y luchadora. La Berta es
más inocente y recatada. Ambas son como hermanas y descubren en Madrid una
oportunidad de reinventarse y descubrir quiénes son, tras abandonar una vida que
no merecía la pena.
“Es mi hombre” es un espectáculo repleto de canciones de
célebres cupletistas, como Sara Montiel u Olga Ramos, que conecta grandes
clásicos como “La Regadera”, “La chica del 17” o el “Ven y ven”; canciones que
interpretaban las cupletistas cuando trataban de esquivar la censura.
La obra, cuya dramaturgia corre a cargo de Sergio Adillo,
está dirigida por Carlos Tuñón, y aderezada por la música de Juando Martínez
Montiel y su piano.
Jardiel Poncela
fue un genio coartado, al que unos cuantos alejaron del resto por ser
inteligente, y más que eso, un genio. En la España de tiempo atrás, la crítica
le apartó, sin querer comprenderle, y él mismo dejó de escribir novela, su gran
pasión, para dedicarse al teatro y así publicar su obra. El legado de Jardiel,
único y extenso, sigue tan vivo como él, porque la genialidad, a pesar de
muchos, es inmortal.
“Usted tiene ojos
de mujer fatal” se estrenó en Valencia, el 20 de septiembre de 1932. Sus personajes
enaltecieron el escenario, como en cada obra del dramaturgo, que decidió
renovar el humor de la literatura española, muy costumbrista y sentimental
hasta entonces. Y aunque los años avancen sin esperas, el poder de la familia
ha querido, afortunadamente, mantener la ventana abierta para que no se extinga
la luz, y el resplandor que Jardiel Poncela irradie hasta nuestros días.
Ramón paso,
bisnieto del dramaturgo, estuvo acertado en algo que encontró muy atrayente: la
escritura a cuatro manos. Y gracias a su inmensa valía, imaginó y creó. “Usted
tiene ojos de mujer fatal…en la radio”, es un homenaje a Don Enrique, siempre
merecido, en la que el autor se prepara para representar el texto en la radio.
El lujo que supone sentarse ante un elenco de tamaño postín, es comparable a
pocas cosas. Juan Carlos Talavera, Ana Azorín,
David Zarzo, Inés Kerzan, Carlos Seguí y Ángela Peirat, nos sobrecogen, de
nuevo, con ese despliegue de talento al que nos tienen habituados. Salero,
retruécanos y astracanadas nos envuelven y conquistan, porque es irremediable.
Y es que todo lo que toca un Rey Midas de las letras, se vuelve oro.
Gracias, Maestro
Jardiel Poncela, por haber sido y seguir siendo. Y gracias, Ramón Paso, por darnos
de nuevo una razón para admirarte.
Pocas cosas pueden gustarme más que pasear por lugares
tranquilos, alejados, bendecidos por el silencio. La luz se abre paso y los
trinos acarician, como cada mañana, Piedrahita. Poco después, la quietud se
desfigura, se modifica y cambia, y las gentes transitan por sus calles, aunque con calma,
gozando de esa paz que la soberbia villa es capaz de albergar.
Algunas leyendas nos cuentan que el nombre de Piedrahita se
debe a los “hitos” de piedra, que iban dejando los antiguos moradores de
aquellas tierras, para poder regresar después, al término de un día de caza.
Aquellas piedras se amontonaban unas sobre otras, siendo muy visibles para
todos aquellos que necesitaban ubicarse. Los grandiosos bosques que cercaban
Piedrahita estaban compuestos, en su mayoría, por robles y pinares, y debido a
esto, resultaba muy difícil encontrar los caminos. Pero también es probable que
el nombre tenga su origen en el monte de Peña Negra, destacando con nobleza
sobre la sierra de Villafranca.
Que nadie vaya a pensar que ser actor es tarea fácil. Tener
buena memoria ayuda, qué duda cabe, pero son muchos los atributos a tener en cuenta
si se quiere llegar al final del camino. La suerte influye, como en todo, pero
el trabajo constante y el esfuerzo son llaves mágicas, que incluso a veces
parece que pierden su poder.
Esa puerta llamada “Casting” puede significar mucho, y en
uno de ellos se encuentran dos chicos – Remi y Jaime - que van a competir por
el mismo papel. El primero es intenso y sensible; el segundo vanidoso y frívolo.
Ambos comparten un sueño que nos cuentan con buena música, entre soberbios acordes
de guitarra y una fantástica voz, pincelando de verde esperanza cada grieta que
pueda surgir, porque “Hoy es el día” es la obra que todos debemos ver.
Rodrigo Vega y Marcos Montijano coinciden en la lucha, en el
afán de superación y en la perseverancia. Dos buenos ejemplos a seguir, que no
tiran la toalla y miran al futuro con la mejor de sus sonrisas. ¡Bravo,
chavales!
A nadie le amarga un dulce, o eso dicen, a no ser que
prefieras lo salado, como yo. Pero el que más o el que menos, se apunta, casi
seguro, a una buena charla entre amigos. En una tetería o en un pub de moda, el
sitio es, realmente, lo de menos. Lo más importante en la vida es la gente que
tienes cerca, aunque en ciertas ocasiones prefieras poner distancia, por culpa
de la sinceridad que aflora tras unas copas, por ejemplo.
Vicky y Diana son amigas, y hacen lo que la gran mayoría:
compartir su tiempo y llenarlo de buenas conversaciones, que con el paso de las
horas van cogiendo profundidad. El dúo se vuelve trío cuando aparece Sara, la
nueva amiga de Diana, que con su llegada agita el ambiente, y las verdades comienzan
a campar a sus anchas como dagas voladoras. Celos, ansiedades, tirrias y
ligoteos saldrán a la superficie, gracias a esta sensacional comedia de enredo,
tan bien llevada por David Areces, que representan tres actrices de bandera: Sonia
Reig, Cristina Esteban y Elena Gómez.
Las monedas tienen dos caras, igual que los colchones, que
de vez en cuando hay que darles la vuelta. Por una parte, tenemos el catre
pintón, apañado y mullido, que atrae nuestro cansancio y lo desintegra. Pero
también, y a veces de forma irremediable, la otra cara de la moneda es el horror,
el insomnio o la imposibilidad de pegar ojo, haciendo probable que el día
siguiente se torne más bien regulero.
Por motivos que ya entenderéis, la falta de sueño se ceba
con ciertos personajes que luchan en un campo de batalla llamado cama. La obra
de teatro “Despiertos” nos hará tomar conciencia de lo importante que resulta
ser apañado a la hora de recogerse, de comportarse y también, cómo no, de
elegir correctamente.
Javier Barros escribe y dirige esta obra, tejida con gusto y
acierto, que incita a la risa limpia. Y como él, los demás culpables de esta
historia no se salvan de los elogios, pues si en algún momento se ha sabido
elegir un equipo ganador, ha sido aquí. Claudia Ruiz, Gonzalo Palmero, Joseba
Priego y Daniel de Llano juegan en un terreno con aires bipolares, donde el viento
sopla a favor o en contra, depende del resultado: dormir o no dormir… Esa es la
cuestión.
Es posible que no creas en fantasmas. Pero también es posible que si miras con atención esta grabación, cambie tu forma de pensar. Si permaneces atento, quizá adviertas la presencia de uno de ellos que parece girar la mirada hacia ti. Es cuestión de segundos, no más de tres. Suerte.
Si nos ponemos a pensar, cosa que no hacen muchos, hay
ciertas circunstancias que se siguen considerando oscuras. Por ejemplo, el
incesto: cuando los hermanos hacen sus cosas, a escondidas, ocultándose de
cualquier mirada inquisitoria. No es algo normal, a decir verdad, que un par de
personas de tan cercano parentesco se dediquen más que carantoñas, pero puede
pasar; de hecho, sucede. Y aunque aquí, en nuestro país, sea algo vetado, más
allá de nuestras fronteras abrieron la mano con esta cuestión. Pero yo me
pregunto: ¿A partir de qué punto exacto se considera incesto? ¿Con unas
caricias? ¿Con unos besos? ¿O se considera como tal cuando ya hay mandanga de
la buena? Lo digo porque si unos besos no están “penados” por la recia moral, estos
mismos tampoco se considerarían cuernos, si se los damos a otra persona que no
es nuestra pareja. ¡Cuántas incógnitas!
Si queréis distraeros a costa de los “tejemanejes” y “martingalas”
de dos hermanos que se adoran más allá de esos límites, no dejéis de ver la obra
de teatro “Lástima que sea una puta”, dirigida por Lidio Sánchez Caro, y
protagonizado por un extenso e increíble elenco. El lunes 10 de abril, en La
Platea Azul (10 radio) entrevistaremos, además del genial director, a Tania
Watson y a José Carlos Palacios, que son piezas fundamentales de la obra. Una
vez sentados en la butaca, admiraréis una tragedia, donde sucederá de todo,
pero siempre hallando la risa donde menos se puede esperar.
En 1986 se celebró un partido de fútbol entre las
selecciones de Argentina e Inglaterra. Fue en Méjico, y todos estaban
crispados. Normal, teniendo en cuenta que aquellos cuartos de final se jugaban
cuatro años después de la guerra de Las Malvinas entre ambos países. Rivalidad
máxima y odios pululando en cada grieta del estadio. Pero fueron dos los goles
que pasaron a convertirse en los más famosos de la historia; dos goles marcados
por el eterno Diego Armando Maradona, que llevó a la victoria a Argentina.
“DESARMANDO A LOS INGLESES” nos transporta hasta aquel año
mágico. Una obra basada en “10,6”, de Hernán Casciari, con un elenco increíble
capaz de convertir el escenario en un pedazo de la historia. Mateu Bosch,
Claudia Melo, Rubén Martín, Míkel Aróstegui, Iago Clemente y Carlos Limón son
los responsables de esta representación que ni unos ni otros debería perderse.
Estáis avisados.
Hace falta ser valiente para llevar adelante una obra de
tamaño relieve. España ha sido sacudida por la violencia más extrema durante
muchos años, y eso es algo que nadie puede negar. “Ni con tres vidas que
tuviera” nos muestra la realidad de un antes y un después, narrando con crudeza
y sensibilidad a partes iguales una historia perfectamente tejida. Ellos han
querido sostenerse sobre un filo encarnizado de la historia, juntando sus manos
y sus vidas; su pasión. Ellos, el equipo, los genios. Un texto encomiable,
trenzado por José Pascual Abellán, capitaneado por un guía de postín, Sergio Arróspide,
y la interpretación fabulosa de tres artistas – Lucía Esteso, Borja Maestre y
Esther Vega - ante los que me quito el sombrero. Una obra indispensable que eleva
al Teatro a lo más alto. Una obra
esencial.
“Ni con tres vidas que tuviera”. Estreno el 7 de abril. Nave
73. Madrid.
Hay un pantano no muy lejos de aquí, según tuerces, a la
izquierda. Un lugar donde el tiempo se detuvo, y ya desde épocas remotas
cualquier cosa flota entre sus aguas. Los más mugrientos lanzaban toda clase de
despojos, y el pobre pantano sucumbió. Los peces murieron, y con ellos,
cualquier colorido alegre que le daba vidilla al asunto. Ahora, lo único que se
advierte son los pringosos sedimentos y la impura cochambre que engorda la
pátina, casi opaca, de una repugnante superficie llena de orines y heces. Lo
que tiempo atrás se consideraba un poético rincón de cuento, donde las parejas
coqueteaban y hasta el aire era puro erotismo, ahora los más avispados pegan un buen rodeo con
tal de evitar el hedor... a no ser que tengan el muelle flojo. ¡Pero cuidado! A
simple vista no parece peligroso. Y si alguien con catarro que no destaca por
su olfato, se deja caer por allí, que no meta sus pies en remojo porque puede
no sacarlos. Y, a día de hoy, tener los pies en la tierra, y en su sitio, está
muy valorado.
Recuerdo Madrid nevado, pero de eso hace mil años. Las
calles blancas, igual que los coches y las farolas. Todo estaba brillante y el
suelo era una pista de patinaje, con niños jugando y adultos rompiéndose algún
hueso contra un portal. Todo muy idílico. Pero ese cambio climático, del que
muchos reniegan, quizá haya sido el causante de que nieve menos, al menos por
aquí, y los cuatro copos caídos no han cuajado nada. Una pena. Con lo bonitas
que salían las fotos. Ahora, en lugar de eso, tenemos barrizales grisáceos que
ensucian los bajos de los pantalones, y charcos de agüilla turbia que huele
hasta mal. Los muñecos de nieve de ahora son tristes, amorfos y contrahechos,
sin consistencia que soporte una pobre zanahoria como napia. Del blanco deslumbrante
pasamos al inmundo gris churretoso, y ya ni en Navidad cellisquea como antaño.
Qué asco. Cómo cambian las cosas.
El listillo que se ha atrevido a levantarme el desayuno, se va a
enterar. Para un aliciente que tengo al despertarme, y me encuentro con que mis
cañas han volado. Algunos deberían esconder sus manos en los bolsillos, o meterlas
en el lugar más oscuro que tengan cerca. No hay derecho, hombre. Ahora tengo
que trepar por este árbol, y aguantar el escozor de las ramas secas en mis
zonas más queridas, por culpa de un chorizo que se llevó mi manduca. Y aquí
arriba no hay nada; ni una triste fruta pocha que llevarme a la boca. Pero eso
sí: como vea desde aquí pasar por debajo al culpable, le va a hacer falta una
buena ducha, porque no me voy a cortar un pelo. Soy como un reloj, y mi vientre
ya está sonando.
Si me llegan a decir que aquí vive el bueno de Drácula, me lo creo. Detrás de esta maraña de vallas metálicas, con más óxido que las axilas de algunos en agosto, resplandece una luz. Quizá una chimenea, para el tiempo en el que estamos, da calor a algún vampiro destemplado que urde, en silencio, sus planes nocturnos. Y mientras llega la noche, yo vigilo, curioseo y me detengo a pensar. Si me quedo tras los barrotes, observando alguna sombra en la ventana, me la juego. Y, francamente, no me apetece que un vampiro me chupe la sangre. Ni eso, ni nada.