martes, 7 de marzo de 2023

Espérame en la luz


  

Las experiencias cercanas a la muerte siempre han existido. Forman parte de aquello que muchos piensan que es fantasía, cuando las personas abandonan la vida para dejar de existir por completo. Y es que es mucho más fácil negar lo que no se entiende, en lugar de indagar e intentar comprender lo que, en realidad, es una verdad universal: Hay vida después de la vida.

Uno de tantos relatos con lo que nos hemos cruzado, es el de un hombre que sufrió una parada cardiorrespiratoria, justo en mitad de una intervención quirúrgica. Todo iba bien, hasta que su corazón se detuvo, dando origen al desconcierto entre el equipo médico y, por supuesto, a la experiencia en sí misma.

El paciente, cuyo nombre era (y sigue siendo) Guillermo, creyó despertar de repente, tras notar una especie de tirón muy enérgico hacia los pies, tras lo que experimentó una sensación que, según nos contaba, no podía describir. La emoción que sintió en aquellos momentos, de duración indeterminada, no era comparable a ninguna otra que pudo sentir en toda su vida. Apreciaba colores indescriptibles, efectos auditivos inenarrables a su alrededor, a la vez que advertía presencias desconocidas en torno a su ser. Todo ello, en mitad de un clima de amor absoluto, de paz y de bienestar, que acariciaban cada partícula de lo que creía que era un cuerpo, el suyo, pero que no sentía como tal.

En mitad de ese lógico desbarajuste, Guillermo podía ver toda la escena desde lo alto, como adherido al mismo techo, observando desde arriba a los médicos reanimar el cuerpo que, al principio, él no reconoció. Cuando cayó en la cuenta de que se trataba de su cuerpo, el asombro aumentó, pero en ningún momento tuvo miedo o angustia por todo aquello, sino todo lo contrario. Guillermo estaba envuelto en la calidez absoluta, sin apreciar dolor de ninguna clase, ni la más mínima molestia. Y mientras miraba hacia abajo, el equipo maniobraba a contrarreloj  para traerle de vuelta, porque, según le contaron después, llevaba más de un minuto sin responder a las maniobras de reanimación.

Guillermo nunca ha sabido determinar la duración de su ECM, por lo que, posiblemente, el tiempo fuera del cuerpo se comporte de manera distinta a lo que estamos acostumbrados. Pero, lo que sí tiene meridianamente claro, es que tras esta vida, la que conocemos en el mundo, existe otra, alejada del dolor y el sufrimiento.

Algún día, todos y cada uno de nosotros, usaremos ese billete de ida, comprobando que las palabras de Guillermo, al igual que las de miles de personas que estuvieron a las puertas de la muerte, tienen una explicación. Porque esta vida es un camino de aprendizaje, y, llegado el momento, volveremos a la luz.

 

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