Así vamos por la vida, despacito. No
nos queda más remedio, porque todo está como está, y eso que no
deberíamos quejarnos, si echamos un vistazo más allá de nuestros
límites. Por cierto que, la cancioncita que lleva ese nombre,
“Despacito”, no la soporto. Me pasa lo mismo con todas las
canciones de verano, que de tanto escucharlas en todas partes, me
resultan odiosas. Me pasaba con Georgie Dann y su barbacoa, o con las
Ketchup y el tan sonado “Aserejé”, que no paraban de escupirlas
en cada rincón. No había chiringuito que se librase de semejante
castigo para los oídos, y eso que a un amplio sector les encantaban
estos cánticos. Ahora, aunque ya más suavizado, continúa dando el
tostón este “Despacito”, porque el verano no ha acabado y quien
lo lanzó ha de amortizarlo.
Las tortugas se libran de intentar
asimilar las letras de ciertas canciones, y sus cansinos "soniquetes", porque ya tienen bastante
con avanzar a su paso, lentas pero seguras. Cuando se cansan, recogen
y se enclaustran en su hogar, sin rendir cuentas, abstrayéndose del
mundo, y hacen bien. Ojalá todos tuviésemos esa facilidad para
alejarnos de cuanto nos rodea y evadirnos de los malos rollos. Pero
nos falta mucho para llegar a ser como ellas. En el fondo, los
humanos tendríamos que aprender de estas guapas criaturas, y del
resto de la fauna en general, porque no hacen más que darnos lecciones.
Mientras nos cargamos el mundo de mil maneras diferentes, el resto de
los seres nos enseñan en silencio lo que somos: Una constante
aberración que, creyéndose dueña de todo, y de todos, arrasa por
donde pisa y, como el caballo de Atila, sellando un suelo donde crece
menos vida cada vez.
Cuando observo el reino animal, me
siento tranquilamente y miro con detenimiento. Me asombran, todos y
cada uno de ellos, con cada paso, gesto o mirada. Sonrío y respeto,
al tiempo que deseo lo mejor para esos seres que tienen el mismo
derecho a estar, como nosotros, sobre este planeta, este regalo, que
el ser humano decidió maltratar. Y cuando tiro de masoquismo y miro
las noticias, me revuelve comprobar que, a día de hoy, estamos
viviendo de propina, pues las reservas del mundo afloran a gritos, y
si todo sigue igual (y a veces no tiene pinta de que haya mejoría) dentro de
un tiempo sabremos de la angustia que sufren los que miramos de
reojo, en la lejanía.
Aun así, mis esperanzas se mantienen
firmes, a pesar de todo. Sigo creyendo en la gente, en la buena
gente, y quiero pensar que sobrepasa en número a aquellos que hacen
el mal. Entre mis deseos prioritarios, sin duda, el mundo; nuestro
hogar y refugio. Si hay alguna posibilidad de que las mentes se
renueven y se limpien, que suceda cuanto antes, porque esto es una
cuenta atrás.